La agonizante muerte del sanguinario Iósif Stalin
La agonizante muerte del sanguinario Iósif Stalin
Iósif Stalin fue una de las personas más influyentes del siglo XX. A pesar de haber transformado a su país en una potencia mundial y un coloso industrial, se caracterizó por los brutales métodos empleados contra cualquier opositor a su forma de gobierno; asimismo, por haber sido un asesino en masa. Sin embargo, para muchos, Stalin pagó por sus crímenes con su agonizante muerte…
Iósif Stalin fue una de las personas más influyentes del siglo XX. A pesar de haber transformado a su país en una potencia mundial y un coloso industrial, se caracterizó por los brutales métodos empleados contra cualquier opositor a su forma de gobierno; asimismo, por haber sido un asesino en masa. Sin embargo, para muchos, Stalin pagó por sus crímenes con su agonizante muerte…
¿Quién fue Iósif Stalin?
Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, mejor conocido como Iósif Stalin, fue el segundo líder de la Unión Soviética y una de las personas más influyentes del siglo XX.
El ascenso al poder de Iósif Stalin se caracterizó por los brutales métodos empleados contra cualquier persona crítica a su gobierno.
Fue presidente del Consejo de Ministros de la URSS durante 12 años, y su política se caracterizó por la puesta en marcha de los planes quinquenales -una serie de proyectos internacionales centralizados para la economía de la URSS- con la finalidad de lograr una rápida y efectiva industrialización del país.
El resultado de esta puesta en marcha resultó en millones de personas enviadas a campos de trabajo, o deportadas a zonas remotas de la Unión Soviética. Además, la colectivización agraria generó tal conmoción entre los ciudadanos que desembocó en la interrupción de la producción de alimentos y, por ende, en una catastrófica hambruna...
Este descontento social llevó a Stalin a poner en marcha la Gran Purga al final de 1930 -comúnmente conocida en la Rusia actual como Gran terror-, una campaña de represión y persecución política que se ocultó a los ojos de la comunidad internacional y que respaldó su régimen de terror.
Las innumerables pérdidas humanas que se cobró el proceso de transición del socialismo al comunismo convirtieron a Stalin en un asesino de masas, culpable de la muerte de entre 3 y 50 millones de personas; además, suscitó una gran polémica en torno a su figura, ya que, como todo dictador, fue considerado un tirano y un líder capaz…
Para la mayoría de los occidentales, así como para los rusos anticomunistas, es visto mayoritariamente como un asesino; y para otro número significativo de rusos y georgianos, se trata de un gran hombre de Estado ya que, al momento de su muerte, el país había sido transformado en una potencia mundial y un coloso industrial, con una población alfabetizada.
Últimos meses de Iósif Stalin
Con 70 años y millones de muertos a su espalda, la salud de Stalin empezó a declinar a partir de 1950, cuando la Guerra Fría iba tomando su forma más característica. Su memoria fallaba, se agotaba fácilmente y su estado general empeoró…
Desde muy pequeño, el dictador fue de salud débil. Nació con sindactilia, la fusión congénita de dos o más dedos entre sí en su pie izquierdo; a los 7 años padeció la viruela, que le dejó cicatrices en el rostro durante toda su vida; con 12 años tuvo un accidente con un carro de caballos, sufriendo una rotura en el brazo, que le dejó secuelas permanentes; y a todo ello es importante añadir que su madre y él fueron maltratados a manos de su padre…
Además, ya siendo adulto, Stalin padeció de psoriasis, una enfermedad de la piel que causa descamación e inflamación.
Ya finalizada la Segunda Guerra Mundial, Vladímir Vinográdov, su médico personal, le diagnosticó una hipertensión aguda y le propuso un tratamiento a base de medicamentos o inyecciones, además de recomendarle a Stalin que abandonase -o al menos redujese- sus funciones en el gobierno.
En los últimos años de vida de Stalin, una de sus grandes iniciativas de política exterior fue la Nota de Stalin de 1952 para la reunificación alemana y la no intervención de las superpotencias en Europa Central; sin embargo, Gran Bretaña, Francia y los Estados Unidos sospecharon de la propuesta y rechazaron la oferta.
En octubre de 1952 se celebró el XIX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), donde nuevamente Stalin insinuó sus deseos no belicistas y no intervencionistas en el resto del mundo, tal y como ya habría publicado en su anterior Nota…
- Te puede interesar: Yákov Dzhugashvili: El hijo que Stalin dejó morir a manos de Hitler
No obstante, por otro lado, Gueorgui Maksimiliánovich Malenkov -íntimo colaborador de Stalin- hizo un discurso oficial en el cual reafirmaba que para la URSS era vital estar presente en todos los conflictos internacionales apoyando las revoluciones socialistas; poniendo en ridículo la posición del líder.
Por primera vez en muchos años, el Congreso apoyó las intenciones de Malenkov y no las de Stalin. El escritor Jean Paul Sartre afirma que Stalin, sin alterarse, clausuró el Congreso con un breve discurso cuyo epílogo fue: «¡Abajo los fomentadores de la guerra!».
Si bien este revés político era demasiado modesto como para amenazar su poder, tras el XIX Congreso, Stalin tomó la determinación de reanudar las purgas…
Stalin recibió, a finales de aquel año, una carta de la doctora Lidia Timashuk, una especialista del Policlínico del Kremlin. En esta misiva, la doctora Timashuk acusaba a Vinográdov y a otros ocho médicos de origen judío, de estar recetando tratamientos inadecuados a altos mandos del partido y del ejército, a fin de acabar con sus vidas.
Stalin siempre fue un hombre paranoico que vio conspiraciones en todos lados; no obstante, tras la Segunda Guerra Mundial, esta se adormeció… Hasta aquel momento.
Sin esperar a recibir ninguna otra prueba, ordenó el arresto de los nueve médicos y aprobó que fuesen torturados hasta confesar. Para principios de 1953, dos de los acusados habían fallecido durante los interrogatorios y los siete supervivientes acabaron firmando el texto que sus interrogadores pusieron sobre la mesa.
Sin embargo, la persecución afectó en total a 37 doctores de todo el país, 17 de ellos judíos, mientras que la paranoia antisemita se trasladó también al pueblo... A finales de enero de 1953 su secretario privado desapareció sin dejar rastro y el 15 de febrero, el jefe de sus guardaespaldas fue ejecutado bajo extrañas circunstancias.
Estos sucesos aterrorizaron a los miembros del Buró Político del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética (Politburó), sobre todo a los más veteranos, que quedaron convencidos de que una nueva purga estaba ya en marcha, una purga que solo se detuvo con la muerte del dictador.
La agonía de Iósif Stalin
La versión oficial de la muerte de Stalin narra que la noche del 28 de febrero de 1953, el líder celebró una reunión en Kúntsevo con su círculo de hombres de confianza, formado por Lavrenti Beria, Malenkov, Nikita Jrushchov y Nikolái Bulganin.
En dicho encuentro los invitados vieron una película, después disfrutaron de una tardía cena y se retiraron a altas horas de la madrugada, cuando Stalin se fue a dormir.
La otra versión, defendida por historiadores como Iliá Erenburg y Víktor Aleksándrov, indica que esta reunión no tuvo nada de amistoso.
A ella habrían sido invitados también Lázar Kaganóvich y Kliment Voroshílov, que se habrían enzarzado en una discusión con Stalin para exigir la liberación de los médicos a la que -supuestamente- Stalin respondió gritando que eran unos traidores.
Los dos miembros del Politburó habrían roto entonces sus carnés del partido y Stalin, fuera de sí, habría abandonado la reunión para encerrarse en su dormitorio…
Sea como fuere, la realidad es que al día siguiente Stalin no salió de su cuarto y no llamó ni a los criados ni a los guardias…
Nadie se atrevió a entrar en su habitación hasta que, sobre las 10:00 p. m. del domingo 1 de marzo, su mayordomo abrió la puerta y lo encontró tendido en el suelo, vestido con la ropa que llevaba la noche anterior y sin poder hablar apenas…
Se llamó a los miembros del Politburó, que lentamente fueron acudiendo… Su hombre "más fiel entre los fieles", Lavrenti Beria -jefe de la policía y el servicio secreto-, fue el primero en asistirle, pero lo hizo al parecer con cierta parsimonia pues fue pasadas veinticuatro horas que hizo venir a algunos doctores, quienes dictaminaron que Stalin había sufrido un ataque cerebrovascular.
La Academia de Ciencias Médicas se reunió pronto con carácter extraordinario para intentar salvar al hombre más poderoso de Rusia, y fue el propio ministro de Salud de la URSS, Tretiakov, quien dirigió el consejo médico para debatir un posible tratamiento…
La agonía de Stalin se alargó varios días… Según el testimonio de su hija Svetlana Alliluyeva, en ocasiones el dictador abría los ojos y miraba furibundamente a quienes lo rodeaban, entre los que estaba Beria, quien le cogía de la mano y le suplicaba que se recuperase hasta que el dictador volvía a desvanecerse y Beria lo insultaba y le deseaba una dolorosa muerte.
La muerte de Iósif Stalin
«Aquella… una mirada horrible, una mirada de locura, de cólera tal vez, y de pavor ante la muerte y ante los desconocidos rostros de los médicos que se inclinaban sobre él. Aquella mirada se posó en todos durante una fracción de segundo. Y entonces alzó de pronto la mano izquierda (la que conservaba el movimiento) y pareció como si señalara con ella vagamente hacia arriba o como si nos amenazara a todos. El gesto resultaba incomprensible, pero había en él algo amenazador, y no se sabía a quién ni a qué se refería...». - Svetlana Alliluyeva.-
La cada vez más afligida respiración de Stalin marcó los últimos días del dictador, mientras su rostro se ennegrecía a causa de la mala circulación…
El día 4 de marzo aparentó una súbita mejoría y una enfermera comenzó a darle de beber leche con una cuchara, lo que hizo que el enfermo señalase un cuadro que había sobre la cabecera de su cama, donde una niña daba leche a una oveja, en señal de reconocimiento y asociación; sin embargo, en ese momento sufrió un nuevo ataque y entró en coma.
Los médicos que atendían a Stalin le practicaron reanimación cardiopulmonar en las diversas ocasiones en que se le detuvo el corazón, hasta que finalmente a las 22:10 del día 5 de marzo de 1953 no consiguieron reanimarlo más. Los sanitarios siguieron esforzándose hasta que su sucesor, Jrushchov, exclamó: “Basta, por favor... ¿No ven que está muerto?”.
Sin embargo… Nadie creyó que fue una muerte natural.
Muchos años después de la caída de la Unión Soviética se han vuelto a estudiar las circunstancias que rodearon la muerte de Stalin. No faltan autores, como el historiador ruso Vladímir P. Naúmov o el catedrático de Historia en Yale Jonathan Brent, que afirman que fue envenenado por Beria.
El primero en propagar la teoría del envenenamiento fue su alcoholizado hijo Vasily, que, desde el principio, denunció las negligencias médicas que rodearon la muerte de su padre.
Además, según relata el propio Nikita Jrushchov en sus memorias, al poco de su muerte, Beria llegó a decir ante el Politburó: “Yo lo maté, lo maté y os salvé a todos”.
No obstante, esta tesis nunca ha sido demostrada ni reconocida, como tampoco la del posible enfrentamiento final entre Stalin y el Politburó que, tras el inicio de la nueva purga, supuestamente decidió que debía acabar con el dictador.
De este modo, la causa oficial de su muerte sigue siendo un ataque cerebrovascular provocado por su hipertensión.
Sin embargo, lo cierto es que 90 minutos antes del último aliento de Stalin, los representantes del Comité Central del PCUS, el Gobierno y la presidencia del Parlamento habían celebrado una reunión conjunta para decidir la sucesión del dirigente comunista. Había demasiada prisa por enterrarlo y cerrar su sucesión, incluso para esperar a que estuviera definitivamente muerto… Y aquello ha levantado demasiadas sospechas.
El cuerpo embalsamado de Iósif Stalin permaneció junto al de Lenin en el mausoleo de este, desde su muerte en 1953 hasta el 31 de octubre de 1961, cuando fue retirado -durante la campaña de desestalinización promovida por Nikita Jruschov- y enterrado en la parte exterior de la Necrópolis de la Muralla del Kremlin, detrás del mausoleo.
Su tumba se encuentra entre las de Súslov y Mijaíl Kalinin. La estatua que la corona es de un blanco algo más claro que la del resto de líderes del mausoleo y por su ubicación resulta visible la parte de la Plaza Roja más próxima a la catedral de San Basilio.
Por Diana Carolina Fernandes | @dianacarolina_f | Culturizando
Con información de: Muy Historia | ABC | BBC | Wikipedia