La Revolución de los Claveles: El día que la libertad no costó vidas
La Revolución de los Claveles: El día que la libertad no costó vidas
Con el nombre de ‘La Revolución de los Claveles’ se recuerda al alzamiento militar que puso fin al gobierno de la dictadura Salazarista, en abril de 1974 en Portugal. Se piensa que la ausencia de sangre durante el cambio de mando fue la que motivó el poético título con el que el levantamiento pasaría a la historia. Pero, ¿conoces cuál es la verdadera anécdota detrás de este particular apelativo?
Con el nombre de ‘La Revolución de los Claveles’ se recuerda al alzamiento militar que puso fin al gobierno de la dictadura Salazarista, en abril de 1974 en Portugal. Se piensa que la ausencia de sangre durante el cambio de mando fue la que motivó el poético título con el que el levantamiento pasaría a la historia. Pero, ¿conoces cuál es la verdadera anécdota detrás de este particular apelativo?
La Revolución de los Claveles: El día que la libertad no costó vidas
Con el nombre de ‘La Revolución de los Claveles’ se recuerda al alzamiento militar que puso fin al gobierno de la dictadura Salazarista, en abril de 1974 en Portugal. Se piensa que la ausencia de sangre durante el cambio de mando fue la que motivó el poético título con el que el levantamiento pasaría a la historia. Pero, ¿conoces cuál es la verdadera anécdota detrás de este particular apelativo?
El profesor António de Oliveira Salazar estuvo al frente de Portugal por casi medio siglo. Llegó al poder luego de convertirse en Ministro de Finanzas, cargo que le sirvió para consignar una serie de medidas económicas que sacaron al país europeo del déficit en que se encontraba desde el inicio de la Primera República.
Durante su largo mandato, Salazar le dio forma al ‘Estado Novo’, una nueva manera de concebir las relaciones de la población con el Estado. Dentro del Estado Novo las libertades individuales quedaban abolidas, en pro de lograr objetivos comunes ‘más importantes’ para el país, como garantizar la soberanía nacional.
Aunque respaldados por toldas políticas distintas, Benito Mussolini, Adolfo Hitler y Francisco Franco estuvieron en su momento animados por ideas similares a las del dictador portugués. La efervescencia del nacionalismo, herencia directa del pensamiento romántico del siglo XIX, fue en varias ocasiones señalada como una de las causas principales de los desmanes de la Segunda Guerra Mundial.
Pero ni siquiera el nacionalismo más férreo puede mantener a un mismo gobierno eternamente en el poder, y en la madrugada del 25 de abril la ejecución de un complot concertado por el Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA por sus siglas) obliga al profesor Marcelo Caetano, sucesor de Salazar, a abandonar el poder.
Hay varios sucesos curiosos en el devenir de este particular alzamiento. Uno de ellos, la falta de sangre, es quizá el de mayor relevancia; puesto que resulta definitorio al momento de asignarle un tinte pacífico a este choque, que pudo haber conducido -como La Primavera de Praga (1968)-, a una brutal matanza de civiles.
A las 22:55 horas del 24 de abril, la canción “Y después del adiós” de Paulo de Carvalho empezó a sonar en la radio. Esta era la primera de dos señales que les confirmarían a los militares rebeldes el inicio de la campaña. La segunda señal aparecería a las 00:25 horas del día 25, cuando la canción “Grândola, Vila Morena” fue transmitida.
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La emisión de este último aviso marcó el momento en que los militares confabulados comenzaron a ejecutar una serie de acciones coordinadas, que tenían como objetivo tomar los principales puntos de poder del país.
El gobierno daría órdenes para poner fin al complot desde las tres de la madrugada, pero poco después las fuerzas de la facción sublevada tomaban Lisboa sin que se produjeran bajas en ninguno de los dos bandos, ni por el ala de los civiles.
Otro evento de especial connotación fue la marcha de las flores en la capital del país. Un episodio singular parece explicar el inicio de esta concentración, que adoptó como símbolo el clavel, la flor de la temporada.
Empezaba la mañana del 25 de abril, cuando la camarera Celeste Caeiro pasaba por la plaza del Rossio, donde un contingente rebelde aguardaba sobre sus tanques nuevas instrucciones del MFA, en un ambiente lleno de tensión.
Caeiro venía de recoger los arreglos florales seleccionados para un banquete que iba a realizarse ese día y que fue finalmente cancelado debido a las noticias del movimiento insurgente. Al cruzar junto a los tanques, un sublevado le pidió un cigarrillo a la camarera, pero como esta venía cargada de flores lo que hizo fue responderle entregándole un clavel.
El soldado colocó el clavel en la punta de su fusil, quizá para darle a entender a los presentes que no tenía interés en disparar contra la población, luego de eso sus compañeros emularon la acción y muy pronto el gesto se regó por toda la ciudad.
La justicia poética terminaría por darle el nombre de La Revolución de los Claveles al proceso de transición hacia un nuevo tipo de gobierno, de corte democrático, que empezó aquel día. En vez de ser regla, la ausencia de sangre es una rara excepción en las convergencias históricas como estas, pero, como todo en la vida, solo hace falta un antecedente para vencer al paradigma.
Por Francisco Guatoro
Fuentes consultadas: Wikipedia/El Confidencial