¿Un discurso antes de morir? La trágica muerte de Sócrates y sus últimas palabras
¿Un discurso antes de morir? La trágica muerte de Sócrates y sus últimas palabras
Fascinado por el poder de la sabiduría, dedicó su vida a instruir a todos aquellos que deseaban aprender. Conocido por ser una de las figuras más imponentes del mundo de la filosofía, sucumbió ante el poder tras ser considerado “blasfemo” por querer hacer que los jóvenes fueran más inteligentes. ¿Qué hacía Sócrates? ¿Por qué lo condenaron? ¿Cómo se defendió? Aquí te contamos todo
Fascinado por el poder de la sabiduría, dedicó su vida a instruir a todos aquellos que deseaban aprender. Conocido por ser una de las figuras más imponentes del mundo de la filosofía, sucumbió ante el poder tras ser considerado “blasfemo” por querer hacer que los jóvenes fueran más inteligentes. ¿Qué hacía Sócrates? ¿Por qué lo condenaron? ¿Cómo se defendió? Aquí te contamos todo
Para poder aprender, es necesario aceptar primero que se es ignorante, o al menos eso predica Platón, alumno de Sócrates. La filosofía conceptualizada como el “amor al saber”, siempre fue admirada por pocos y criticada por muchos. Todos aquellos que no tuvieran interés en entender mejor el mundo que los rodea, consideraban que las enseñanzas de los filósofos no eran más que blasfemias.
Sócrates, uno de los filósofos más trascendentales de la historia, vivió en carne propia el rechazo a la sabiduría, tras ser condenado por “corromper a los jóvenes” al impartirles sus enseñanzas. A sus setenta años presenció un juicio en el que se le condenó a muerte por su estilo de vida, que consistía en estudiar y enseñar.
Meleto, un poeta ateniense, fue el encargado de presentar ante los jueces una acusación en contra del filósofo. Sócrates, antes de aceptar su condena, decidió hablarle al pueblo de Atenas y explicar su visión de los hechos.
La vida del filósofo consistía en enseñar y aprender. Se dedicaba a impartir sus conocimientos a todos aquellos que desearan escucharlo. Su misión de vida, era instruir, educar y estudiar.
Se le acusaba de “corromper jóvenes”, puesto que con sus análisis, buscaba la manera de desmentir a todos aquellos que por alguna habilidad extraordinaria que tuvieran, se sintieran superiores o más sabios que los demás.
¿Por qué gustan algunos de pasar largo tiempo a mi lado? Lo habéis oído ya, atenienses; os he dicho toda la verdad. Porque les gusta oírme examinar a los que creen ser sabios y no lo son. En verdad, es agradable”.
Sócrates
¿La sabiduría es un mal? Sócrates difamado por ser “sabio”
El filósofo era admirado por muchos, sus ideas eran profundamente revolucionarias y su presencia resultaba ser un honor. Sus pensamientos eran tan controversiales para la época, que muchos –sobre todo los políticos-, lo tenían en constante vigilancia. Uno de los preceptos más famosos, es que él no creía en la democracia –y esto resultaba ser inaceptable-.
Sócrates dedicó su vida a “desmentir” a todos aquellos que se considerasen sabios. Dedicó su vida a entrevistar a políticos, poetas y artesanos, quienes tras ser bendecidos con algún don se sentían superiores a los demás. Se sentían sabios.
Fue así como poco a poco descubrió que todos eran una farsa.
Con los políticos, citó un caso en particular: “Este hombre cree saber algo y no lo sabe, en cambio yo, así como en efecto no sé, tampoco creo saber. Al menos soy más sabio que él en esta pequeñez, en que lo que no sé, tampoco creo saberlo”, explicó Sócrates.
Con los poetas, insistió en que “no sabían nada”: “No hacían por sabiduría lo que hacían, sino por ciertas dotes naturales (…) estos dicen muchas cosas hermosas, pero no saben nada de lo que dicen. (…) a causa de la poesía, creían también ser sabios respecto a las demás cosas sobre las que no lo eran”.
Su último caso fueron los artesanos, a quienes admiraba profundamente por sus habilidades con las manos. Admitió en su discurso que estos sabían cosas que él ignoraba. “Sabían cosas que yo no sabía y en ello eran más sabios que yo”.
Pero le sucedió lo mismo que con los dos casos anteriores: “Los buenos artesanos incurrían en el mismo error que los poetas: por el hecho de que realizaban adecuadamente su arte, cada uno de ellos estimaba que era muy sabio también respecto a las demás cosas, incluso las más importantes, y ese error velaba su sabiduría”.
Conocía los límites de sus conocimientos y aceptaba sin prejuicios su ignorancia, a diferencia de todos aquellos que por tener talento para alguna actividad en particular, se creían superiores a los demás. “Así pues, me alejé también de allí creyendo que les superaba en lo mismo que a los políticos, a los poetas y a los artesanos”, dijo en su discurso, todo lo que él no sabía, no pretendía saberlo.
A nadie que se considerase “sabio”, le resultaba agradable ser desmentido por el filósofo, es por esto que se ganó múltiples enemigos con el pasar de su vida. Algunos lo odiaban por sus supuestas ínfulas de genio, otros envidiaban sus talentos y una parte de la sociedad –al no ser capaz de entenderlo-, tergiversaban sus enseñanzas.
“Quizá alguno de vosotros objetaría: «Pero, Sócrates, ¿cuál es tu situación? ¿De dónde han nacido esas tergiversaciones? Pues, sin duda, no ocupándote tú en cosa más notable que los demás, no hubiera surgido seguidamente tal fama y renombre, a no ser que hicieras algo distinto de lo que hace la mayoría. Dinos, pues, qué es ello, a fin de que nosotros no juzguemos a la ligera”, se preguntó a sí mismo el filósofo.
La respuesta no podía ser más simple: aceptar su ignorancia lo hacía más sabio. Él tenía la capacidad de analizarse y analizar a otros.
Un hombre admirado por sus conocimientos, era imitado por sus discípulos
Fue condenado por instruir a los jóvenes con ideas diferentes, incitándolos a pensar y a perseguir la sabiduría, pero cada quien lo hacía voluntariamente. Jamás obligó a nadie e incluso, sus clases eran completamente gratuitas.
“Los jóvenes que me acompañan espontáneamente -los que disponen de más tiempo, los hijos de los más ricos- se divierten oyéndome examinar a los hombres y, con frecuencia, me imitan e intentan examinar a otros, y, naturalmente, encuentran, creo yo, gran cantidad de hombres que creen saber algo pero que saben poco o nada. En consecuencia, los examinados por ellos se irritan conmigo, y no consigo mismos, y dicen que un tal Sócrates es malvado y corrompe a los jóvenes”.
Nunca se sintió culpable por las acusaciones y defendió hasta el último momento su posición ante la corte:
“Yo estoy persuadido de que no hago daño a ningún hombre. El mayor bien para un hombre es precisamente este, tener conversaciones cada día acerca de la virtud y de los otros temas de los que vosotros me habéis oído dialogar cuando me examinaba a mí mismo y a otros, y si digo que una vida sin examen no tiene objeto vivirla para el hombre, me creeréis aún menos”.
Un discurso para reafirmar su posición, lo llevó a aceptar tranquilamente su muerte
Sócrates murió ingiriendo cicuta –veneno-, tras ser condenado a muerte. En ningún momento se sintió merecedor de la condena ni flaqueó en sus ideales. Su discurso no tenía como propósito buscar el perdón de su vida, pero sí quería mostrar una vez más su visión.
“Yo, atenienses, os aprecio y os quiero, pero voy a obedecer al dios más que a vosotros y, mientras aliente y sea capaz, es seguro que no dejaré de filosofar, de exhortaros y de hacer manifestaciones al que de vosotros vaya encontrando, diciéndole lo que acostumbro: Mi buen amigo, siendo ateniense, de la ciudad más grande y más prestigiada en sabiduría y poder, ¿no te avergüenzas de preocuparte de cómo tendrás las mayores riquezas y la mayor fama y los mayores honores, y, en cambio no te preocupas ni interesas por la inteligencia, la verdad y por cómo tu alma va a ser lo mejor posible?”.
A Sócrates le preocupaba enormemente el desdén de la sociedad ateniense en la educación. El conformismo de sus ciudadanos lo consideraba inaceptable. Tal como dijo el famoso filósofo Descartes, siglos después de la muerte de Sócrates:
“Vivir sin filosofar es propiamente tener los ojos cerrados sin tratar de abrirlos jamás”.
René Descartes
Todo el discurso, fue inmortalizado por Platón la obra “Apología de Sócrates”. Si quieres leerlo completo, haz clic aquí.
Por Mary Villarroel Sneshko | @Vivodesorpresas | Culturizando
Con información de Nueva Acrópolis