La locura transformada en luz: Armando Reverón, el pintor venezolano
La locura transformada en luz: Armando Reverón, el pintor venezolano
Su excéntrica personalidad y su incansable búsqueda por su paz mental, lo llevaron a aislarse en las costas venezolanas, con el propósito de dedicarse enteramente a su arte y a su eterno amor: Juanita. ¿Qué pasaba por su cabeza? ¿Estaba verdaderamente loco? ¿Por qué pintaba la luz? Aquí te contamos todo.
Su excéntrica personalidad y su incansable búsqueda por su paz mental, lo llevaron a aislarse en las costas venezolanas, con el propósito de dedicarse enteramente a su arte y a su eterno amor: Juanita. ¿Qué pasaba por su cabeza? ¿Estaba verdaderamente loco? ¿Por qué pintaba la luz? Aquí te contamos todo.
¿Quién fue Armando Reverón? El gran maestro de la luz
Armando Reverón (1889-1954) fue un artista venezolano conocido por su afán en pintar ‘la luz’. Su estilo pictórico buscaba resaltar la influencia de la luz natural sobre las cosas. Su excéntrica personalidad lo convirtió en una de las figuras más importantes del arte latinoamericano.
Una infancia complicada marcó el inicio de los trastornos
Hijo único de Julio Reverón y Dolores Travieso, de padre adicto a las drogas y madre de personalidad frívola y distante, no pudieron con el peso de mantenerlo, por lo que decidieron entregárselo a los Rodríguez Zocca, una familia de Valencia que se convirtió en el pilar fundamental del artista.
Los Zocca lo adoptaron como propio. Su integración familiar fue maravillosa. Tenía una hermana a la que adoraba y una madre cariñosa que velaba por él. Siempre fue un niño distraído, pero todo se intensificó luego de un episodio tifoideo que tuvo alrededor de los 8 años, desde ese momento, la personalidad del artista cambió radicalmente. Tenía alucinaciones, pasaba muchísimo tiempo solo y le costaba socializar.
Su salida era el arte. Desde pequeño y con el apoyo de toda su familia, se interesó en la creación y fue así cómo se desviaba de sus propios problemas emocionales.
La adopción no era totalmente cerrada, Reverón solía ver a su madre biológica ocasionalmente; el psiquiatra personal del artista, el Dr. Báez Finol, explica que era justamente ese contacto constante con la persona que lo rechazó y que lo entregó en otros brazos, lo que hizo que el artista fuera tan excéntrico e introvertido.
De alma simple y humilde, solo buscaba una cosa: la paz para crear
Reverón, impulsado por su familia, estudió en la Academia de Bellas Artes en Caracas. Su talento destacaba por encima de los demás, por lo que se ganó una beca para estudiar en Barcelona. Una vez en España, se encontró cara a cara con grandes maestros de la pintura. Solía visitar con frecuencia el Museo del Prado y se dice que Francisco Goya era el pintor que más lo impresionó –y lo influenció.
Cuando regresó nuevamente a Caracas, compartió con grandes colegas como Manuel Cabré y Emilio Boggio. Reverón era admirado por su talento pictórico pero él no estaba conforme, necesitaba conseguir su identidad como artista.
Su estilo impresionista, poco impresionaba al público venezolano, algunos incluso lo clasificaban de ‘incomprensible’, puesto que el auge del momento, eran las obras del pintor –también venezolano- , Tito Salas, quien galardonaba los museos con pinturas academicistas, un estilo totalmente opuesto al de Reverón.
Fue el rechazo del público y su misma búsqueda de estabilidad personal, lo que lo llevó a tomar una extraña pero poderosa decisión: dejaría la ciudad y se mudaría al litoral.
¿Qué significaban sus muñecas?
Muchos le han atribuido propiedades esotéricas a las muñecas de trapo que hacía Reverón junto a su compañera de vida Juanita, pero la realidad es que las utilizaba como modelos. Al ser un pintor solitario, no tenía mucha variedad de cuerpos a la hora de pintar. A él no le importaba la perfección de los trazos ni el realismo, solo la silueta. Juanita lo ayudaba a coserlas y eran sus musas, las que la acompañaban a posar frente su amado.
El arte como mecanismo de sanación, como forma de expresión
El principal interés de Reverón era el arte, pero no para venderlo ni exponerlo, sino para él. Pintaba con el propósito de que su mundo fuera más entendible, la pintura era algo que trascendía de sí mismo. Al pintar entraba en trance:
“Mediante un ritual lleno de gestos y ruidos, como entrando en trance ante el lienzo, entornaba los ojos, bufaba y simulaba los gestos de pintar hasta que el ritmo del cuerpo y las gesticulaciones hubiesen adquirido suficiente ímpetu y velocidad”, contó Alfredo Boulton, su principal biógrafo.
Muchos pintores famosos, con problemas mentales –Van Gogh, por ejemplo-, tenían sus más altos niveles de productividad artística mientras se encontraban en los peores estados emocionales, Reverón, a diferencia, cuando entraba en crisis, su producción artística era casi nula. Pintaba y creaba en sus momentos de lucidez. El arte era su método, su idioma.
Reverón había sido criado en el seno de una familia muy bien posicionada económicamente. Los Zocca se encargaron de que nada nunca le faltara. Era un hombre acostumbrado a lujos, viajes y experiencias que pocos se pueden costear. En el mundo artístico, siempre estuvo rodeado de personas con un buen poder adquisitivo, pero el dinero nunca le importó y lo demostró con Juanita.
Juanita Ríos era una joven de muy bajos recursos que vivía en el litoral y Reverón desde la primera vez que la vio, sabía que se convertiría en la mujer de su vida. La decisión escandalizó a todas las clases sociales, puesto que la diferencia de estratos era abismal, pero ella le daba lo que él más necesitaba y quería: amor y estabilidad.
La gran mayoría de las pinturas de Reverón, retratan mujeres desnudas, su musa principal siempre fue Juanita. El artista tenía una relación extraña con las mujeres. Las admiraba, se impresionaba, eran una fuente de inspiración, pero para él, eran prácticamente intocables, según explicó su psiquiatra. (En la foto: "Desnudo acostado" de 1947).
¿Qué sucedió con Reverón?
El artista construyó su propio mundo. Lo llamó “El Castillete”. Estaba lleno de pequeñas construcciones hechas con cartón, madera y cemento. Todo construido por él. Su misión era mantenerse lo más alejado del mundo cotidiano posible y crear un ambiente que lo hiciera sentir tranquilo y en el que pudiera dedicarse a su arte. Juanita era una pieza fundamental de su ‘Castillete’.
Vivía encerrado en su mundo, pocos tenían acceso a él –entre ellos, Alfredo Boulton, quien fue su más grande biógrafo-. Lamentablemente, su salud tanto física como mental, se fue deteriorando con el tiempo. Cada crisis psicótica lo debilitaba al punto de no poder hacer nada por sí mismo. Murió a los 65 años de una embolia cerebral.
Hoy, es considerado el artista venezolano más trascendental e importante de todos los tiempos.
Por Mary Villarroel Sneshko | @Vivodesorpresas | Culturizando
Con información de RevistadelaUniversidad | Museo Reina Sofía